Reflexión para la Cuarta Semana de Adviento
“Regalo”
Reverendo Mons. John J. Enzler, Presidente y Director Ejecutivo de Caridades Católicas, Arquidiócesis de Washington
Mucho me complace ofrecer esta reflexión sobre el tema “regalo” al celebrar esta última semana de Adviento. He estado pensando en una de mis Misas favoritas del año. Es la Misa Infantil de Nochebuena en la que participan cientos de niños, entusiasmados por ver a Santa Claus y sus regalos. Normalmente empiezo mi homilía haciendo esta pregunta: “¿De quién es el cumpleaños?” Por suerte saben la respuesta y a veces gritan al unísono: “¡Jesús!” Entonces les hago una pregunta difícil: “Entonces, si es el cumpleaños de Jesús, ¿por qué tú recibes regalos en Navidad?” Casi siempre hay una pausa y una mirada de confusión, particularmente de los más pequeños. Cuando son presionados, comienzan a pensar más en la falta de lógica de esa experiencia. En su cumpleaños, ellos reciben regalos y, en el cumpleaños de Jesús, también reciben regalos. Luego les pregunto si alguno de ellos tiene un regalo para darle a Jesús en Navidad, ¿tal vez una bicicleta, una tableta, videojuegos? Esas cosas no tienen sentido, ¿verdad? Entonces, la última pregunta que les hago es: “¿Qué le puedes dar tú a Jesús en Navidad?” Una vez más, casi al unísono, gritan “¡AMOR!”
Lo comparto porque de los labios de los pequeñitos aprendemos una lección muy importante sobre esta cuarta semana de Adviento: ¿Qué podemos retribuirle al Señor en preparación para la Navidad? ¿Somos capaces de recibir el regalo de Jesús en su Encarnación y responder a ese don con un esfuerzo particular para ayudar a los necesitados? Aquí en Caridades Católicas siempre me sorprende cuánta gente se lo toma muy en serio. Los regalos del “Angel Tree” (árbol de ángeles), el apoyo financiero a los pobres y el deseo de mejorar la situación para cuantos nos rodean es un sello distintivo de la época navideña. Desde hace más de una década vemos posters, pancartas y letreros de patio en la Arquidiócesis que nos hacen recordar que busquemos “El regalo perfecto”. En esta época, en la que todo ha cambiado drásticamente para las familias y mientras la pandemia de COVID-19 continúa propagándose por todo el país, ahora más que nunca la gente necesita nuestra asistencia y anhela recibir nuestra ayuda.
Así, pues, en el cumpleaños de Jesús, ¿qué regalo le vamos a dar esta semana en retribución por el regalo de sí mismo que Él nos da a nosotros?

Reflexión de Adviento Tercer Domingo de Adviento
"Alegría"
Por Fr. Robert P. Boxie, III Universidad Howard Capellán Católico
El Domingo Gaudete, palabra que significa "alegría" en latín, toma prestado su título de la primera palabra de la antífona de entrada de la Misa del Tercer Domingo de Adviento, y presenta el tema de esta semana, que caracteriza nuestra celebración a medida que nos acercamos al nacimiento de Jesucristo, nuestro Señor. De hecho, el color rosado claro de las vestiduras litúrgicas y de la tercera vela de la corona de Adviento simboliza el gozo de que la espera de nuestro Salvador prometido hace tanto tiempo ha llegado a su punto medio.
El nacimiento de un niño siempre trae consigo una alegría profunda que llena el corazón de todos. La imaginación se nos proyecta fácilmente hacia el futuro y hacia la esperanza que un nuevo bebé encarna para la familia. El mes pasado, experimenté esa gran alegría. La primera pareja que yo había preparado para el matrimonio y cuya boda celebré dio la bienvenida a su primer hijo: un niño saludable. Todo el año había estado esperando yo con paciencia y en oración que llegara este bebé como si fuera mío. El anuncio fue particularmente especial porque la pareja había intentado hacer crecer su familia, pero tristemente los embarazos no habían prosperado. Y en este año marcado como ha estado por una pandemia que no muestra signos de desaparecer y que ha trastornado la vida de todos, yo anhelaba recibir buenas noticias. Inmediatamente le envié un texto al padre: "¡Esta es la alegría y la esperanza que todos necesitamos en 2020!"
Eso era lo que yo pensaba. Mientras me deleitaba con la noticia de ese nacimiento, pronto caí en cuenta de que había otro bebé que también viene... a fines de diciembre. Si el nacimiento de un recién nacido puede ser causa de semejante gozo, ¡cuánto más el nacimiento del Mesías! Su nacimiento fue prometido desde el principio de los tiempos, anunciado por los profetas y anhelado durante siglos por los justos de Israel. También él es portador de enorme gozo, esperanza y libertad, especialmente a los que sufren entre nosotros. Él es la luz que destruye el pecado y la muerte y que vence la oscuridad que nos aflige. Él nos mereció nuestra redención y salvación y nos dio la vida eterna. Su nacimiento es el que prende fuego en el mundo; que genera una paz que el mundo no puede dar y que encarna el amor infinito que el Padre tiene para cada uno de nosotros.
Ésta es verdaderamente la Buena Nueva que todos necesitamos para concluir el año 2020 y para todos los días que vendrán después. No hay nada que pueda privarnos de la alegría y la esperanza que nos causa el nacimiento del Hijo de Dios y lo que él logra para nosotros. Cualesquiera que sean las dificultades que hayamos soportado, cualesquiera que sean las pérdidas que hayamos experimentado y por mucho que haya cambiado nuestra vida, nos regocijamos de todo corazón al saber que Jesucristo viene pronto.

Segunda Semana de Reflexión de Adviento
"Esperando"
Por el P. Mario Majano, Misión San Andrés
"Por favor, espera."
¿Con qué frecuencia se nos hace esta petición? En realidad, la escuchamos en cualquier momento. Desde esperar la bajada de un archivo digital de la Internet, de una película o un show, o la voz que nos indica que hemos de pulsar el botón para cruzar la calle, o la voz al otro lado del teléfono cuando uno espera una respuesta. Por favor, espere.
Por lo general, estas peticiones de espera nos parecen inconvenientes cuando nos retrasan en la consecución de aquello que nos exige nuestra apretada agenda, o las ignoramos mientras buscamos alguna manera de llenar el espacio. Nuestra cultura rara vez interpreta la espera como algo bueno. Desde las entregas de pedidos al día siguiente hasta el recibir instantáneamente respuestas a nuestras preguntas mediante una rápida búsqueda en línea, no hay tiempo entre nuestro deseo y el cumplimiento de ese deseo. Sin embargo, este año nos ha obligado de alguna manera a detenernos y esperar. Hay algo fuera de nuestro control, algo que no podemos subsanar, algo a lo que no podemos simplemente decir "apúrate y sigue adelante". Ha sido difícil. La ansiedad, el temor, la rabia y la división nos han abrumado en los últimos meses. Y al llegar al cierre de este año calendario, la Iglesia comienza uno nuevo, como siempre lo hace, con este maravilloso tiempo del Adviento. Nos recuerda, especialmente en este tiempo tan turbulento, lo que hemos de hacer: "Guarda silencio ante el Señor y espera pacientemente en él" (Salmo 37, 7).
Esperar es bueno, especialmente esperar en el Señor. Edifica la virtud de la esperanza, una expectativa de lo que está por venir, aunque aún no podamos verlo. Esa esperanza nos recuerda que no podemos hacerlo todo, pues no somos Dios. Esa humildad nos recuerda que necesitamos que un Salvador venga y nos libere. Ese anhelo del Salvador nos permite confiar en Él y no en nosotros mismos, lo que en realidad nos libra de la ansiedad y el estrés causados por la necesidad de "tenerlo todo resuelto". La realidad que comprobamos en 2020, y realmente en toda nuestra vida, es esta: No lo tenemos todo resuelto, ¡ni lo tendremos nunca!
Pero está bien. Él sí lo tiene, y ya viene. ¡Espérenlo con paciencia y con mucho anhelo!
Como nos dice el profeta Isaías: "Los jóvenes se fatigan y se agotan, los muchachos tropiezan y caen. Pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan" (40, 30-31).
Quienquiera que tú seas, y dondequiera que te encuentres, en algún momento te cansarás por tu propia cuenta. Necesitamos a Cristo. ¡Necesitamos que venga y pronto! Aprende a esperar en Él y serás testigo de una renovación de tus fuerzas que no proviene de ti. Tu espíritu se levantará, con una expectativa gozosa de que Cristo vendrá pronto.
¡Ven pronto, Señor Jesús, ven pronto! ¡Con mucho gusto te esperamos!

Reflexión para la Primera Semana de Adviento
Silencio
Por P. Greg Shaffer, Parroquia de la Asunción, Washington DC.
Sabemos que el mundo en el que vivimos es ruidoso y a veces pareciera que el silencio nos molesta. Pero la mayor parte del ruido que escuchamos es buscado: la próxima vez que camines por las calles del centro de la ciudad observa cuántas personas pasean o trotan usando auriculares. El silencio en general nos asusta. Cualquiera de nosotros que alguna vez haya dirigido un grupo de discusión sabe que hay momentos de "incómodo silencio". Pero esto obviamente va más allá de la incomodidad social, y no se trata solo de emociones o sentimientos. La verdad es que el silencio nos sitúa cara a cara con la realidad. Mucha gente evita la realidad, especialmente la realidad de la Cruz en el sufrimiento. Después de 14 años como sacerdote, me he convencido de que muchas personas abandonan la Iglesia o han dejado de practicar su fe porque no quieren lidiar con la realidad de que la Iglesia representa la Cruz.
A veces, sin embargo, después de un tiempo de soportar un período de inevitable perturbación —como una ruidosa temporada electoral o todos los demás trastornos de este año— el silencio llega a parecernos un poco menos intimidante... Esperemos que, al iniciar este tiempo de Adviento de 2020, el silencio sea algo que todos podamos acoger con alegría.
Siempre recuerdo que, en mi primera asignación parroquial, una señora pedía "unos treinta segundos de silencio" después del himno de la Santa Comunión. Decía que estar en silencio era fuente de calma, paz y renovación. ¡Y tenía tanta razón! Además, algo que es más importante que eso: cuando permanecemos en silencio en la presencia del Señor, escuchamos la voz de Dios. Elías la escuchó no en un terremoto, ni en el fuego ni en el viento, sino en “el susurro de una brisa suave" (1 Reyes 19). Del mismo modo como Dios hace crecer las cosas de la naturaleza en el silencio, a nosotros nos habla en el silencio. Ninguno de los artefactos usados para abstraerse de la realidad y que inundan de ruidos la mente y el corazón es capaz de competir con el Señor. Tal vez nos causan placer, pero no nos infunden la paz que proviene de escuchar la voz del Señor. Su voz es el mejor consuelo que hay para afrontar la realidad.
